“Sus
labios eran rojos, su aspecto era libre,
Sus
rizos eran tan amarillos como el oro,
Su
piel era tan blanca como la lepra.
Ella
era la pesadilla, la-muerte-en-vida
que
espesa la sangre del hombre con el frío”
Anne Rice, “Entrevista con el Vampiro”
Prefacio:
Mi nombre es Andreah
Danielle Riviere. Siempre supe que mi vida sería diferente a la de mis padres y
demás familia inmortal. Yo, siendo una híbrida de vampiro y humano, debía tener
una historia un poco más extravagante. Enamorada de un licántropo, pero
embelesada con un sempiterno cuyo propósito retorcido pondría en peligro mi vida
y la de los seres que más adoraba. No imaginaba lo que una persona seria capaz
de hacer por amor o capricho. Estaré a punto de averiguarlo, y no de la mejor
manera.
“Brandon me miró
deslumbrado. Nos quedamos quietos por unos segundos. Le rocé el rostro con
ternura. Mis dedos dibujaron su mandíbula y sus labios abultados. No quería
resistirme más. Ya no había nada que detuviera el avance de nuestros cuerpos.
Me tomó entre sus brazos y comenzó a besarme con delirio. Todo mi ser temblaba
y el de él también. Sabía que había llegado el momento de unir nuestras almas
para siempre”.
Capítulo 1: “Un poco de mí”
Este día empezó como
cualquier otro en mi vida “semi—vampírica”. Usualmente dormía hasta tarde,
porque solía pasar todas las noches con mi lobo favorito, mi mejor amigo desde
que tenía uso de razón. Brandon Stock. Tengo diez años ahora, aunque parezco de
dieciocho debido a que, por mi naturaleza no humana, crecí con demasiada
rapidez, adelantando mi cuerpo a mi edad. Dejé de envejecer hacía dos años
aproximadamente. De hecho, fue un poco raro. Mi padre, Gustave Riviere, y mi
madre, Kore, estuvieron muy aliviados cuando aquello ocurrió. Pensaron que
seguiría envejeciendo hasta que me viera de treinta cuando llegara a mis diez
años. Pero bueno, toqué un cierto punto, me gusta llamarlo “pubertad”, en el
que el crecimiento prematuro se detuvo. Era como si mi cuerpo y mi mente
negaran mi naturaleza con tanta vehemencia, que no quisieran tener un futuro como el que todos creían que
tendría. Como si no quisiera morir pronto, por él. Por Brandon. Un lycan
capturado en el cuerpo de adolescente de diecisiete años, por tanto tiempo como
podía recordar. Mi familia vivía en una pequeña ciudad llamada Linn del Oeste,
en el condado de Clackamas, Oregón. Rodeada de ríos, montañas y paisajes
esplendorosos, pero con uno de los climas más fríos y lluviosos de Estados
Unidos. Brandon residía en la aldea de Beavercreek, a unos kilómetros de donde
yo estaba, aunque dedicaba la mayor parte de su tiempo a mí. Era el mejor amigo
de mi madre desde la secundaria, antes y después de convertirse en una criatura
mítica, y a su vez, era mi mejor amigo. Le amaba en silencio. No podía estar
separada de él.
Siendo pequeña, le
consideraba como un hermano. Hacía todo para que me sintiera confortable en mi
propia piel. Cuando cumplí ocho años, ya tenía quince años, mental y
bilógicamente hablando. De repente, casi de la nada, comencé a verlo de manera
diferente. Me llevo flores ese día, y comenzó a hacerlo con bastante frecuencia
desde ese entonces.
Brand, como solía llamarle,
era verdaderamente fuerte, y a mis ojos siempre había sido muy guapo.
Simplemente no conocía una existencia donde él no estuviera presente. Tal vez
ese pensamiento no les parezca razonable. Considero que, para el amor verdadero,
no existen razones. Estaba total y absolutamente segura de que Brandon Stock
era y sería el amor de mi vida. Quería estar con él, tanto como deseaba vivir
para siempre, solo para pasar cada minuto de cada hora en su presencia, aunque
sabía que él empezaría a envejecer de nuevo cuando tuviera completo control
sobre sus transformaciones. Esto sucedía con su raza, los Hikary, una tribu de
la antigüedad que poseía la magia para transformar a sus miembros en
licántropos.
Desperté este día y, como
siempre, mamá ya me había preparado el desayuno. Quería que fuera tan “normal”
como pudiera, así que me preparaba comida humana para el desayuno. Me provocaba
náuseas, pero me la comía de todas formas, por mi propio bien. Mi madre era
muchísimo más fuerte que yo (vampira de
naturaleza) e increíblemente terca en cuanto a lo que yo debía comer o no.
Gracias a Dios, me permitía cazar el almuerzo y cena. Siempre tuve preferencia
por la sangre humana, sin embargo, me abstenía de beberla, debido enseñanza de
mis padres. A diferencia de los vampiros comunes, yo no tenía ponzoña, es
decir, estaba incapacitada para convertir a otros en inmortales, lo cual me
hacía un ser más humano que nada. Mamá y papá eran los mejores padres del mundo
y estaban tan enamorados el uno del otro, que solo podía imaginarme el resto de
mi vida con alguien que me hiciera tan feliz como ellos lo eran. Brandon, por
supuesto, era el elegido.
Gustave y él se llevaban
bien, la mayoría del tiempo. Como mi padre poseía el poder de leer mentes,
tratábamos de estar tan lejos como nos fuera posible de él cuando salíamos,
como método de precaución.
Devoré mi desayuno. Mis
padres no estaban en casa. Seguramente se encontraban con la abuela Loraine.
Lavé mi plato y me dirigí
hacia la puerta. La abrí de par en par y ahí estaba él. Mi Brandon, divino como
siempre. Me quitaba el aliento.
— ¡Brand! —grité.
— ¡Danni! —Me abrazó tan fuerte que apenas pude
respirar.
— ¡Hey! Recuerda que soy
mitad humana. Con esos tremendos brazos terminarás destrozándome –reí.
—Disculpa, Danni. ¿Te lastimé?
—preguntó demasiado consternado.
—No, estoy perfecta. ¡Dios!
¡Te preocupas mucho por mí! Entre tú y
papá me van a sacar de mis cabales. Creo que nunca me acostumbraré a eso.
—Tienes que hacerlo. Siempre
seré sobreprotector cuando se trate de ti. No sé qué haría si no estuvieras
conmigo —dijo sonriendo.
Tenía una perfecta sonrisa
con dientes blancos como la porcelana. Me beso la frente y me sonrojé. Cuando
estaba tan cerca de mí, casi no podía resistir la tentación de besarlo, aunque
nunca lo había hecho antes. La sola idea me apenaba. Después de todo, era el
mejor amigo de mi madre y sabía, hasta cierto nivel, que me amaba, pero no
estaba segura si estaba enamorado de mí. A veces parecía que sí y otras,
únicamente parecía querer protegerme
como una hermana. La duda me mataba. En verdad me causaba dolor. Pero no me
atrevía a preguntarle nada. Era sumamente tímida cuando se trataba de esas
cosas. Ninguno de los dos podíamos decir las palabras en voz alta, cualesquiera
que estas fueran. “Te amo”. “Estoy sumamente enamorada de ti”… no. No podía
soltarlo. No sería capaz de resistir un rechazo de su parte.
—Bueno, ¿vas a venir a casa
de la abuela conmigo? -Cuestioné alegremente.
— ¡Claro! Pero antes tengo
una sorpresa para ti.
Extendió la mano y me dio un
lirio Casablanca...
— ¡Gracias! —Le abracé.
Podía sentir lo fuertes que eran sus músculos bajo mis brazos, y su piel
ardiente pegada a la mía… tenía que detener el curso de mis pensamientos antes
de que se percatara de que realmente no deseaba dejarlo ir. Ups, demasiado tarde…
—Mmm, parece como si no
quisieras soltarme —dijo con esa sonrisita entre dientes tan maravillosa—. Voy
a empezar a pensar que quieres sostenerme para siempre —se mordió la parte
inferior del labio. ¿Qué trataba de hacer? ¿Matarme de un infarto con sus
gestos? Podría suceder si no me concentraba en respirar y mantener mi ritmo
cardiaco a un compás natural.
— ¡Hola papá! -Gustave se
acercaba. Solté de inmediato a Brandon. Creo que grité demasiado entusiasmada
para mi beneficio.
— ¿Dónde está mamá?
—Hola bebé. Está cazando con
tía Rachel en el bosque.
—Eso es raro. ¿Cómo es que
la dejaste ir? Siempre cazan juntos.
Sus facciones se
transformaron en un gesto de preocupación.
—Ella no me dejó —respondió,
sonando como un niñito enojado. Amaba ver a mi padre tan enamorado de mi madre.
Mi familia era muy grande, compuesta por ocho miembros, en su mayoría
inmortales (exceptuándome). Mis tíos,
todos casados y adorables, eran Rachel y Jesse, y Mark y Gena. Mis abuelos,
Elijah y Loraine, y mis padres, Gustave y Kore.
—Oh, basta papá, no seas tan
bebé. Confía en ella.
—Hey, Brandon. ¿Cómo estás,
perro? —Preguntó sacudiéndole la mano. Todavía no me acostumbraba a eso.
Parecía que quería aplastársela cada vez que la tocaba.
—Hola, señor sanguijuela. ¿Cómo
le va?
—Por favor, ustedes dos.
Saben que odio cuando se llaman así.
—Estamos bromeando, bebé
—dijo mi padre con una sonrisa maliciosa muy propia de él.
—Está bien, está bien. Hola,
señor Riviere, ¿cómo se encuentra? ¿Eso está mejor? —Inquirió Brandon,
sonriente.
—Mucho mejor.
—Brand, no estoy de humor.
No sé qué se trae Kore. Estoy muy preocupado. No puede ser bueno, porque no me
comentó nada. ¿Sabes de casualidad qué es lo que le pasa? ¿Te ha dicho algo?
—No. No me comentó nada ayer
que la vi. Aunque, actuó un poco raro. Me observaba como mi madre solía hacerlo
cuando estaba viva. Fue algo extraño. Así que Kore está escondiéndote algo. Me
pregunto, ¿qué será? —Inquirió sarcásticamente.
— ¡Dije que ya basta,
Brandon! Sabes bien que pasa cuando no estoy de humor…
Sí. Seguro lo recordaba
bien. Aquel día mi padre leyó algo en la mente de Brand cuando estaba a mi
lado, y no le gustó nada. Arremetió contra él en un ataque tan rápido que no lo
pude prevenir. Le sostuvo la cabeza como si fuese a arrancársela. Si mamá no
hubiese estado cerca, no sé qué es lo que hubiera pasado. Gustave dijo que
estaba jugando. Pude ver en sus ojos que no era así. Mi amigo no hizo nada.
Papá nunca me quiso decir que fue lo que leyó en la mente de mi amado.
—Oh, por favor, ¡No vuelvas
a hacer eso papá! —Supliqué.
—Está bien, Está bien. Solo
quería saber si había algún problema.
—No lo hay, papá. ¿Nos
podemos ir ahora?
—Sí, ¿pero a dónde? Si puedo
preguntar.
—A la pradera. Voy a recoger
unas flores para el cumpleaños de tía Gena.
—Ok. Pero, mantén tus manos
lejos de ella, lycan —dijo con una mirada poco halagadora dirigida a mi
licántropo.
— ¡Sabes que decirlo está de
sobra, Gustave! —Exclamo el aludido, visiblemente molesto. Me sonrojé todavía
más. Lo lamenté, incluso.
—No. No lo sé. Al menos no
estoy seguro.
— ¡Papá! ¿Nos podemos ir?
¡Ahora! —Repetí.
—Sí.
— ¿Dónde vas a estar, papá?
—En casa de Loraine. Kore
llegará pronto y mis nervios ya me están matando.
—Suena usted como una
persona bastante vieja, señor Riviere. —Bromeé.
—Lo soy, hija. Tengo ciento
veinte años.
—Entonces creo que es mejor
que empecemos a cavar tu tumba y a tramitar los detalles del testamento.
Él volteó los ojos y frunció
los labios en una sonrisa contenida.
—Ok, papá. Ya nos vamos.
Íbamos a pasar a verles con la abuela pero, ya que no está mamá ni Rachel, no
tiene caso.
Lo besé y le toqué la mano
para mostrarle el rostro de mamá justo cuando la vi antes de ir a la cama la
noche anterior. Ese era mi poder por ser parte vampira, mostrar con el tacto lo
que vivía, veía o inventaba. Le dije, con la mente, que no estuviera
preocupado. Él sonrió. Ahora que era mayor podía controlar más fácilmente lo
que quería mostrarles a las personas. Incluso tenía la habilidad de crear
imágenes que no existían, o que nunca había visto. No me gustaba hacer eso. Era
mentir y me sentía mal haciéndolo.
-Bueno papá, nos vemos
luego.
—Hasta luego, señor Riviere
—dijo Brandon sonriendo.
—Brandon, Kore desea hablar
contigo también. Así que, cuando regresen, pasa a casa de Loraine. Luego me
cuentas exactamente lo que te dijo —rió mi padre en complicidad.
— ¡Si, señor! —Contestó
Brand, levantando la mano derecha y llevándosela a un costado de su frente como
militar y rió fuertemente. Me encantaba cuando hacia eso. Podías notar sus
hoyuelos en las mejillas. Adoraba el brillo de su piel broncínea cuando
reflejaba el sol.
—Vámonos, Danni.
Mi padre le arrojó una roca
en la espalda a mi amigo por la burla.
— ¡Auch! —Gimoteó.
—Lo mereces, por necio
–sonreí-. Ustedes me van a volver loca.
—Solo un poquito, Danni.
Nos dirigimos hacia la
pradera en que mis padres solían convivir cuando recién se conocieron, yendo
uno junto al otro, como yo amaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario