jueves, 2 de mayo de 2013

NOVELAS DE ROMANCE "Luna Llena" Lunas Vampíricas Vol.1 CAPÍTULO 1



“Sus labios eran rojos, su aspecto era libre,
Sus rizos eran tan amarillos como el oro,
Su piel era tan blanca como la lepra.
Ella era la pesadilla, la-muerte-en-vida
que espesa la sangre del hombre con el frío”

Anne Rice, “Entrevista con el Vampiro”

Prefacio:


Mi nombre es Andreah Danielle Riviere. Siempre supe que mi vida sería diferente a la de mis padres y demás familia inmortal. Yo, siendo una híbrida de vampiro y humano, debía tener una historia un poco más extravagante. Enamorada de un licántropo, pero embelesada con un sempiterno cuyo propósito retorcido pondría en peligro mi vida y la de los seres que más adoraba. No imaginaba lo que una persona seria capaz de hacer por amor o capricho. Estaré a punto de averiguarlo, y no de la mejor manera.
“Brandon me miró deslumbrado. Nos quedamos quietos por unos segundos. Le rocé el rostro con ternura. Mis dedos dibujaron su mandíbula y sus labios abultados. No quería resistirme más. Ya no había nada que detuviera el avance de nuestros cuerpos. Me tomó entre sus brazos y comenzó a besarme con delirio. Todo mi ser temblaba y el de él también. Sabía que había llegado el momento de unir nuestras almas para siempre”.

Capítulo 1: “Un poco de mí”

Este día empezó como cualquier otro en mi vida “semi—vampírica”. Usualmente dormía hasta tarde, porque solía pasar todas las noches con mi lobo favorito, mi mejor amigo desde que tenía uso de razón. Brandon Stock. Tengo diez años ahora, aunque parezco de dieciocho debido a que, por mi naturaleza no humana, crecí con demasiada rapidez, adelantando mi cuerpo a mi edad. Dejé de envejecer hacía dos años aproximadamente. De hecho, fue un poco raro. Mi padre, Gustave Riviere, y mi madre, Kore, estuvieron muy aliviados cuando aquello ocurrió. Pensaron que seguiría envejeciendo hasta que me viera de treinta cuando llegara a mis diez años. Pero bueno, toqué un cierto punto, me gusta llamarlo “pubertad”, en el que el crecimiento prematuro se detuvo. Era como si mi cuerpo y mi mente negaran mi naturaleza con tanta vehemencia, que no quisieran  tener un futuro como el que todos creían que tendría. Como si no quisiera morir pronto, por él. Por Brandon. Un lycan capturado en el cuerpo de adolescente de diecisiete años, por tanto tiempo como podía recordar. Mi familia vivía en una pequeña ciudad llamada Linn del Oeste, en el condado de Clackamas, Oregón. Rodeada de ríos, montañas y paisajes esplendorosos, pero con uno de los climas más fríos y lluviosos de Estados Unidos. Brandon residía en la aldea de Beavercreek, a unos kilómetros de donde yo estaba, aunque dedicaba la mayor parte de su tiempo a mí. Era el mejor amigo de mi madre desde la secundaria, antes y después de convertirse en una criatura mítica, y a su vez, era mi mejor amigo. Le amaba en silencio. No podía estar separada de él.
Siendo pequeña, le consideraba como un hermano. Hacía todo para que me sintiera confortable en mi propia piel. Cuando cumplí ocho años, ya tenía quince años, mental y bilógicamente hablando. De repente, casi de la nada, comencé a verlo de manera diferente. Me llevo flores ese día, y comenzó a hacerlo con bastante frecuencia desde ese entonces.
Brand, como solía llamarle, era verdaderamente fuerte, y a mis ojos siempre había sido muy guapo. Simplemente no conocía una existencia donde él no estuviera presente. Tal vez ese pensamiento no les parezca razonable. Considero que, para el amor verdadero, no existen razones. Estaba total y absolutamente segura de que Brandon Stock era y sería el amor de mi vida. Quería estar con él, tanto como deseaba vivir para siempre, solo para pasar cada minuto de cada hora en su presencia, aunque sabía que él empezaría a envejecer de nuevo cuando tuviera completo control sobre sus transformaciones. Esto sucedía con su raza, los Hikary, una tribu de la antigüedad que poseía la magia para transformar a sus miembros en licántropos.

Desperté este día y, como siempre, mamá ya me había preparado el desayuno. Quería que fuera tan “normal” como pudiera, así que me preparaba comida humana para el desayuno. Me provocaba náuseas, pero me la comía de todas formas, por mi propio bien. Mi madre era muchísimo más fuerte que yo (vampira de naturaleza) e increíblemente terca en cuanto a lo que yo debía comer o no. Gracias a Dios, me permitía cazar el almuerzo y cena. Siempre tuve preferencia por la sangre humana, sin embargo, me abstenía de beberla, debido enseñanza de mis padres. A diferencia de los vampiros comunes, yo no tenía ponzoña, es decir, estaba incapacitada para convertir a otros en inmortales, lo cual me hacía un ser más humano que nada. Mamá y papá eran los mejores padres del mundo y estaban tan enamorados el uno del otro, que solo podía imaginarme el resto de mi vida con alguien que me hiciera tan feliz como ellos lo eran. Brandon, por supuesto, era el elegido.
Gustave y él se llevaban bien, la mayoría del tiempo. Como mi padre poseía el poder de leer mentes, tratábamos de estar tan lejos como nos fuera posible de él cuando salíamos, como método de precaución.

Devoré mi desayuno. Mis padres no estaban en casa. Seguramente se encontraban con la abuela Loraine.
Lavé mi plato y me dirigí hacia la puerta. La abrí de par en par y ahí estaba él. Mi Brandon, divino como siempre. Me quitaba el aliento.

— ¡Brand! —grité.
— ¡Danni!  —Me abrazó tan fuerte que apenas pude respirar.
— ¡Hey! Recuerda que soy mitad humana. Con esos tremendos brazos terminarás destrozándome –reí.
—Disculpa, Danni. ¿Te lastimé? —preguntó demasiado consternado.
—No, estoy perfecta. ¡Dios! ¡Te preocupas mucho por mí!  Entre tú y papá me van a sacar de mis cabales. Creo que nunca me acostumbraré a eso.
—Tienes que hacerlo. Siempre seré sobreprotector cuando se trate de ti. No sé qué haría si no estuvieras conmigo —dijo sonriendo.
Tenía una perfecta sonrisa con dientes blancos como la porcelana. Me beso la frente y me sonrojé. Cuando estaba tan cerca de mí, casi no podía resistir la tentación de besarlo, aunque nunca lo había hecho antes. La sola idea me apenaba. Después de todo, era el mejor amigo de mi madre y sabía, hasta cierto nivel, que me amaba, pero no estaba segura si estaba enamorado de mí. A veces parecía que sí y otras, únicamente parecía querer  protegerme como una hermana. La duda me mataba. En verdad me causaba dolor. Pero no me atrevía a preguntarle nada. Era sumamente tímida cuando se trataba de esas cosas. Ninguno de los dos podíamos decir las palabras en voz alta, cualesquiera que estas fueran. “Te amo”. “Estoy sumamente enamorada de ti”… no. No podía soltarlo. No sería capaz de resistir un rechazo de su parte.
—Bueno, ¿vas a venir a casa de la abuela conmigo? -Cuestioné alegremente.
— ¡Claro! Pero antes tengo una sorpresa para ti.
Extendió la mano y me dio un lirio Casablanca...
— ¡Gracias! —Le abracé. Podía sentir lo fuertes que eran sus músculos bajo mis brazos, y su piel ardiente pegada a la mía… tenía que detener el curso de mis pensamientos antes de que se percatara de que realmente no deseaba dejarlo ir. Ups, demasiado tarde…
—Mmm, parece como si no quisieras soltarme —dijo con esa sonrisita entre dientes tan maravillosa—. Voy a empezar a pensar que quieres sostenerme para siempre —se mordió la parte inferior del labio. ¿Qué trataba de hacer? ¿Matarme de un infarto con sus gestos? Podría suceder si no me concentraba en respirar y mantener mi ritmo cardiaco a un compás natural.
— ¡Hola papá! -Gustave se acercaba. Solté de inmediato a Brandon. Creo que grité demasiado entusiasmada para mi beneficio.
— ¿Dónde está mamá?
—Hola bebé. Está cazando con tía Rachel en el bosque.
—Eso es raro. ¿Cómo es que la dejaste ir? Siempre cazan juntos.
Sus facciones se transformaron en un gesto de preocupación.
—Ella no me dejó —respondió, sonando como un niñito enojado. Amaba ver a mi padre tan enamorado de mi madre. Mi familia era muy grande, compuesta por ocho miembros, en su mayoría inmortales (exceptuándome). Mis tíos, todos casados y adorables, eran Rachel y Jesse, y Mark y Gena. Mis abuelos, Elijah y Loraine, y mis padres, Gustave y Kore. 
—Oh, basta papá, no seas tan bebé. Confía en ella.
—Hey, Brandon. ¿Cómo estás, perro? —Preguntó sacudiéndole la mano. Todavía no me acostumbraba a eso. Parecía que quería aplastársela cada vez que la tocaba.
—Hola, señor sanguijuela. ¿Cómo le va?
—Por favor, ustedes dos. Saben que odio cuando se llaman así.
—Estamos bromeando, bebé —dijo mi padre con una sonrisa maliciosa muy propia de él.
—Está bien, está bien. Hola, señor Riviere, ¿cómo se encuentra? ¿Eso está mejor? —Inquirió Brandon, sonriente.
—Mucho mejor.
—Brand, no estoy de humor. No sé qué se trae Kore. Estoy muy preocupado. No puede ser bueno, porque no me comentó nada. ¿Sabes de casualidad qué es lo que le pasa? ¿Te ha dicho algo?
—No. No me comentó nada ayer que la vi. Aunque, actuó un poco raro. Me observaba como mi madre solía hacerlo cuando estaba viva. Fue algo extraño. Así que Kore está escondiéndote algo. Me pregunto, ¿qué será? —Inquirió sarcásticamente.
— ¡Dije que ya basta, Brandon! Sabes bien que pasa cuando no estoy de humor…
Sí. Seguro lo recordaba bien. Aquel día mi padre leyó algo en la mente de Brand cuando estaba a mi lado, y no le gustó nada. Arremetió contra él en un ataque tan rápido que no lo pude prevenir. Le sostuvo la cabeza como si fuese a arrancársela. Si mamá no hubiese estado cerca, no sé qué es lo que hubiera pasado. Gustave dijo que estaba jugando. Pude ver en sus ojos que no era así. Mi amigo no hizo nada. Papá nunca me quiso decir que fue lo que leyó en la mente de mi amado.
—Oh, por favor, ¡No vuelvas a hacer eso papá! —Supliqué.
—Está bien, Está bien. Solo quería saber si había algún problema.
—No lo hay, papá. ¿Nos podemos ir ahora?
—Sí, ¿pero a dónde? Si puedo preguntar.
—A la pradera. Voy a recoger unas flores para el cumpleaños de tía Gena.
—Ok. Pero, mantén tus manos lejos de ella, lycan —dijo con una mirada poco halagadora dirigida a mi licántropo.
— ¡Sabes que decirlo está de sobra, Gustave! —Exclamo el aludido, visiblemente molesto. Me sonrojé todavía más. Lo lamenté, incluso.
—No. No lo sé. Al menos no estoy seguro.
— ¡Papá! ¿Nos podemos ir? ¡Ahora! —Repetí.
—Sí.
— ¿Dónde vas a estar, papá?
—En casa de Loraine. Kore llegará pronto y mis nervios ya me están matando.
—Suena usted como una persona bastante vieja, señor Riviere. —Bromeé.
—Lo soy, hija. Tengo ciento veinte años.
—Entonces creo que es mejor que empecemos a cavar tu tumba y a tramitar los detalles del testamento.
Él volteó los ojos y frunció los labios en una sonrisa contenida.
—Ok, papá. Ya nos vamos. Íbamos a pasar a verles con la abuela pero, ya que no está mamá ni Rachel, no tiene caso.
Lo besé y le toqué la mano para mostrarle el rostro de mamá justo cuando la vi antes de ir a la cama la noche anterior. Ese era mi poder por ser parte vampira, mostrar con el tacto lo que vivía, veía o inventaba. Le dije, con la mente, que no estuviera preocupado. Él sonrió. Ahora que era mayor podía controlar más fácilmente lo que quería mostrarles a las personas. Incluso tenía la habilidad de crear imágenes que no existían, o que nunca había visto. No me gustaba hacer eso. Era mentir y me sentía mal haciéndolo.

-Bueno papá, nos vemos luego.
—Hasta luego, señor Riviere —dijo Brandon sonriendo.
—Brandon, Kore desea hablar contigo también. Así que, cuando regresen, pasa a casa de Loraine. Luego me cuentas exactamente lo que te dijo —rió mi padre en complicidad.
— ¡Si, señor! —Contestó Brand, levantando la mano derecha y llevándosela a un costado de su frente como militar y rió fuertemente. Me encantaba cuando hacia eso. Podías notar sus hoyuelos en las mejillas. Adoraba el brillo de su piel broncínea cuando reflejaba el sol.
—Vámonos, Danni.
Mi padre le arrojó una roca en la espalda a mi amigo por la burla.
— ¡Auch! —Gimoteó.
—Lo mereces, por necio –sonreí-. Ustedes me van a volver loca.
—Solo un poquito, Danni.

Nos dirigimos hacia la pradera en que mis padres solían convivir cuando recién se conocieron, yendo uno junto al otro, como yo amaba.







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